Santiago
Sobre Santiago Maldonado
sabemos poco.
Que era un muchacho de 28 años
que se dedicaba a vender artesanías.
Que el primero de agosto
estaba en la provincia de Chubut.
Que le parecía necesario acompañar
a la comunidad mapuche en sus reclamos.
Que cortó una ruta para exigir
la liberación de su líder.
Que justo en ese momento, la
Gendarmería ingresó ilegalmente al territorio y reprimió a los manifestantes.
Que Santiago estaba ahí. Que
nunca más se supo de él.
Que se caratuló la causa como
“desaparición forzada”. Que eso significa que lo desapareció el Estado. Y que
fue por una decisión política. Ingresar ilegalmente, reprimir salvajemente y
desaparecer a una persona. A Santiago. Al muchacho de 28 años. ¿Sabemos poco?
Siempre sospechamos que el
Gobierno sabía mucho más. Por su defensa a ultranza de los gendarmes que
participaron del hecho, porque dijeron que a Santiago lo tenían los mapuches y
que era un cuadro de las FARC, porque lo habían visto en Chile, en una
peluquería, trasladándose en un camión, porque en una ciudad todos eran igual
que él y alguno de ellos tenía que ser.
Entonces tenía que estar vivo,
burlándose de toda una sociedad que marchó a Plaza de Mayo y que se preguntó
millones de veces dónde está Santiago
Maldonado. Una pregunta que recorrió el mundo entero, de la cual se
hicieron eco algunos medios de comunicación, clubes de fútbol, líderes
religiosos y políticos, artistas, estudiantes, organismos de derechos humanos,
ciudadanos/as de todos los colores. ¿Dónde
está Santiago Maldonado? Todas las hipótesis del Gobierno fueron refutadas.
Todos/as nos preguntamos lo
mismo. Excepto el Gobierno. Excepto Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Pablo
Noceti. Cómplices.
Con el tiempo supimos que esta
causa nos abrazaba a todos/as. Nos unía a su mamá Stella, a su hermano Sergio.
Nos sacamos fotos con su cara.
Reflexionamos en familia, con amigos/as, compañeros/as. Vimos tantas veces su imagen
que hasta mi hijo de cinco años lo reconoce en todos lados donde lo vemos. Me
pregunto si como pueblo nos merecemos tener que conversar este tema en una cena
familiar, en un aula, en una oficina, en una plaza, en un hospital, en un tren.
Nos duele esta desaparición
forzada en plena democracia. Nos duele porque el Gobierno prometió terminar
“con el curro de los derechos humanos” como promesa de campaña para llegar a la
Casa Rosada y esa promesa -lamentablemente- se hizo carne en el cuerpo de Santiago.
Santiago, que
es sinónimo de lucha por la libertad. Santiago, hoy te lloramos, pero seguirás vivo en
nuestra memoria por siempre.
El dolor hecho carne.
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